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Cuando innumerables tribus luchan por ser reconocidas en las calles de todo el país, el roto chileno parece estar más vigente que nunca, en un fenómeno urbano que canta y baila un sinfín de cuecas bravas, donde no hay paisaje campestre, chinas de vestido floreado ni huasos de chamanto y espuelas. En estas páginas se cuenta qué es, cómo se inició y de qué se trata la cueca brava, aquella que se canta con voces jóvenes pero que sigue inspirada
en los maestros de antaño, y que además de los instrumentos tradicionales incorpora guitarra y bajo eléctricos, teclado y batería. El anfitrión de este recorrido, Daniel Muñoz, encarna de pies a cabeza al roto 2.0, ese que lleva en la pinta y el canto la bravura del Nano Núñez, la mística de González Marabolí y el espíritu del tipo de la calle, el que vive la fiesta chilena todos y cada uno de los días del año.