Reseña al libro La sangre Música, de Antonio Daganzo, realizada por José Félix Olalla para la revista Pliegos de Rebotica
Decía Debussy que la música no se encontraba en las notas sino entre las notas y es posible que de la poesía podamos escribir algo parecido. La poesía no está en las palabras sino entre las palabras. Antonio Daganzo es poeta y musicólogo y conoce con precisión las claves de estas dos clases sublimes del arte, adjetivadas aquí en el sentido físico de la condición de poder pasar directamente del estado de la materia sólido al estado de vapor o gaseoso.
En consecuencia la sangre Música, séptimo de los poemarios del autor es un libro relativamente etéreo aunque también autobiográfico. Se entabla un diálogo con los otros, con los lectores, claro, pero además con los padres, en vilo por la salud de su hijo y en definitiva con los amigos a quienes Daganzo llama sus testigos.
Aquel nublado alumno, vencedor del silencio, ahora escribe y trabaja con una mirada puesta en la música y otra en la poesía, sin las cuales nadie podría entender su peripecia vital, su historia profunda y cotidiana. Cada día, la realidad nos señala y la ciudad nos abraza con todo su entusiasmo y con todo su pasado contagioso. Es el júbilo del superviviente que así se ve impulsado a escribir. En la calle Méndez Núñez de Madrid, en el altar gallego junto al río Tambre o en la ciudad dormitorio de la capital, cabe la música y caben las voces y acompañamientos para escuchar un discurso sincero y cercano, escrito para nosotros.
Cinco cánticos largos, unitarios, elegantes, precedidos de un preludio de oboes y azules en el que se nos convence de que el silencio no es la respuesta porque sobre él clama un lenguaje más sabio. Seis poemas delgados que terminan todos con la misma palabra, escrita cada vez en mayúscula, precisamente la palabra Música. ■