En La madreselva, Rebeca Hernández construye un relato sentimental donde los diarios y una autobiografía ficticia rinden tributo a la novela intimista.
novela mujeres
Directa, con un lenguaje preciso, sin ambages y sin abuso del artificio, Rebeca Hernández escribe La madreselva, una novela donde el diario sentimental rinde tributo a una tradición narrativa decimonónica, donde el melodrama cobra protagonismo. Un diálogo con Sefo, el avatar de una otredad con la que la narradora establece una relación afectiva, funciona casi como un cancionero petrarquista. La madreselva explica la evolución de afecciones que dominan a un yo poético que busca desentrañar encrucijadas, dichas y reveses, pues lo que destaca es la subjetivización de la escritora respecto a cómo administrar los sentimientos tras el enamoramiento a sabiendas de que no será perdurable. Enamoramiento. ¿De quién? Ahí arraiga una de los enigmas de la lectura de esta novela corta: «La relación que teníamos Sefo y yo era como si nos desplazásemos por la vida en paralelo, hacia una misma dirección, caminando bajo los mismos cielos y rodeados de los paisajes, naturales y urbanos, pero viéndonos de lejos, sin llegar a cruzarnos jamás» (pág.21).
A veces, no hay convencimiento, sino pura intuición a la hora de elegir con quién se quiere compartir una vida y es ahí donde se redescubre involuntariamente quiénes somos en realidad. Porque somos en la fricción, en lo adverso, en los contratiempos y así construye Rebeca Hernández esta trama indagando en el triunfalismo y la decepción de una convivencia que está predestinada a su claudicación…
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